Diferencias entre el sueño del niño y el del adulto

La relación entre la falta de sueño y el comportamiento del niño no es tan evidente como en el caso de los adultos.

Un adulto cansado puede estar irritable, somnoliento y tener poca energía; por su parte, un niño cansado puede estar hiperactivo, antipático o mostrar trastornos del comportamiento, como déficit de atención, tener problemas de aprendizaje o, incluso, sufrir un retraso del crecimiento.

En líneas generales, los niños necesitan más tiempo de sueño que los adultos. Algunos bebés pueden estar somnolientos en su cuna y pueden dormirse solos, mientras que otros necesitan que sus padres les ayuden a dormirse. Mientras que los adultos entran directamente en la fase de sueño profundo (no REM), los niños pequeños entran primero en una fase de sueño más superficial (REM), que aparece aproximadamente a los 30-45 minutos del inicio del sueño; 20 minutos después entran gradualmente en el sueño más profundo (no REM), del cual ya no es tan fácil que despierten.

Un lactante dormido profundamente una hora después de haberse dormido empieza a moverse y a estirarse, sus párpados aletean, realiza muecas y respira de forma irregular; esto indica que está entrando de nuevo en una fase de sueño ligero (REM). En unos 10 minutos, se pasa de este tipo de sueño al sueño profundo (no REM) y es un período vulnerable, durante el que muchos niños despiertan si están incómodos o tienen hambre.

Un ciclo completo de sueño es más corto en los niños que en los adultos: en los niños suele durar unos 45-50 minutos, mientras que en los adultos tiene una duración de 90-100 minutos, es decir que los niños tienen un período de sueño vulnerable cada hora o menos. Algunos niños pueden pasar estos períodos sin despertarse y, si lo hacen, saben relajarse y volver a dormirse solos, aunque la mayoría precisa comer, la tranquilidad de una voz conocida o el contacto con los padres.

El sueño ligero (REM) ocupa el 50 % de cada ciclo en los niños, frente al 20 % en los adultos; es decir que los niños no duermen tan profundamente. Así pues, los niños no solamente tardan más en dormirse y tienen períodos de sueño vulnerable con más frecuencia que el adulto, sino que además el sueño ligero (REM) dura el doble que en el adulto.

Hay que tener en cuenta que las necesidades de los bebés son muy altas y su capacidad de comunicación muy baja. Si durmieran profundamente mucho tiempo, algunas de sus necesidades podrían no quedar cubiertas. Por ejemplo, los bebés tienen el estómago pequeño y, además, la leche materna se digiere con rapidez; si su sueño fuera profundo no podrían expresar que tienen hambre. Es decir, el sueño REM protege a los bebés; intentar que duerman profundamente demasiado pronto puede ser contraproducente para su desarrollo.

Los investigadores del sueño también consideran que el sueño ligero ayuda a desarrollar el cerebro, ya que durante esa fase no descansa. De hecho, el flujo sanguíneo es casi el doble que durante la vigilia y se incrementa la síntesis de ciertas proteínas de los nervios.

También se considera que el cerebro del niño puede usar el sueño ligero para procesar la información adquirida durante las horas de vigilia: clasificar lo ocurrido durante el día y organizar la nueva información, incorporándola a la ya guardada. La infancia es el período de la vida en el que se duerme más, en el que más horas de sueño activo hay por la noche y, además, es el período en que el cerebro se desarrolla más rápidamente.

A medida que el niño crece y madura, el sueño también va madurando. Las fases de sueño profundo se alargan, los períodos de sueño vulnerable para los despertares nocturnos disminuyen y el niño entra más rápidamente en la fase de sueño profundo.

 

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